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Sheinbaum rinde tributo al “intocable”: el legado que no se puede romper

  • En su primer informe, la presidenta defendió con fervor a López Obrador, reivindicando un legado que más parece un pacto inquebrantable: el de quien aprendió que el poder también se conserva a fuerza de chantaje, símbolos y programas sociales

Las ovaciones se elevaron en el Zócalo cuando Claudia Sheinbaum pronunció la frase que, según dijo, resume la esencia de su gobierno: “Quien traicione y robe al pueblo, enfrentará la justicia.” La multitud respondió con aplausos y banderas, mientras en las primeras filas, sonrientes, la escuchaban Adán Augusto López, coordinador de Morena en el Senado, y Andy López Beltrán, hijo del expresidente y secretario de Organización del partido. Una postal simbólica: la nueva mandataria rindiendo cuentas frente a los herederos políticos del fundador de la Cuarta Transformación.

Ernesto Madrid

El evento, concebido como un informe de gobierno, pareció más bien una misa cívica. Entre lonas con consignas de “Extinción de dominio a corruptos” y pancartas que hablaban de “honestidad republicana”, Sheinbaum pronunció su profesión de fe: “Andrés Manuel López Obrador fue, es y será siempre un ejemplo de honradez, austeridad y profundo amor al pueblo. Nunca se rindió a los poderosos, nunca se apartó de sus principios. Y escúchenlo bien: su Presidenta tampoco lo hará.”

El mensaje llegó justo un día después de que The New York Times publicara una portada demoledora: “El partido de los pobres luce relojes de lujo y viaja en primera clase.” El texto hablaba de “la creciente frustración de los votantes ante la opulencia de los líderes de Morena”. La contradicción, sin embargo, no pareció incomodar a Sheinbaum, quien reiteró que “cuando no hay corrupción alcanza para más”, mientras a su alrededor se desplegaban estructuras inflables de sindicatos, banderas de la Catem y de la CROC, y un Zócalo repleto gracias a las movilizaciones de centrales obreras y gobernadores morenistas.

Con tono solemne, la presidenta recordó los logros sociales: 13 millones de adultos mayores con pensión, 1.6 millones de personas con discapacidad con apoyo, 3.9 millones de estudiantes con beca universal, y más de 60 mil escuelas dentro del programa La Escuela es Nuestra. “Se acabó la compra del voto”, aseguró, sin inmutarse ante el hecho de que esos mismos programas son el eje de su estrategia político-electoral y la red de fidelidad que sostiene a su movimiento.

El acto tuvo su propio momento de guion involuntario: el abrazo entre Adán Augusto y Andy López Beltrán, captado antes del discurso. Dos personajes vinculados a expedientes incómodos —huachicol, tráfico de influencias, viajes de lujo— fundidos en un gesto de hermandad bajo el discurso de la austeridad franciscana. El video, viralizado minutos después, fue la metáfora perfecta de la distancia entre la narrativa y la realidad.

Mientras tanto, el senador zacatecano Saúl Monreal, hermano del exgobernador Ricardo Monreal, declaraba que buscará la gubernatura en 2027, pese a la reciente “reforma contra el nepotismo” dentro de Morena. “El que respira, aspira”, dijo. La frase, más que ironía, parece la síntesis del nuevo lema de la 4T.

La presidenta insistió en que sus adversarios buscan separarla de López Obrador. Difícil tarea, cuando la dependencia política parece genética y la lealtad se traduce en continuidad sin matices. Lo cierto es que Sheinbaum no solo defiende un legado: lo necesita. Porque sin López Obrador, su movimiento pierde el mito fundacional y la legitimidad moral que aún intenta sostener.

Paradójicamente, la historia de ese legado tiene raíces menos épicas. Documentos notariales y testimonios de los noventa revelan que el patriarca López Ramón —padre del expresidente— adquirió el famoso rancho La Chingada en efectivo, justo cuando su hijo encabezaba protestas contra el fraude electoral en Tabasco. Poco después, el entonces jefe del Departamento del D.F., Manuel Camacho Solís, confesó haber “apoyado” económicamente a López Obrador para levantar su plantón a través del que hoy es el secretario de Economía de la presidente, Marcelo Ebrard. La cifra: nueve millones de pesos de hoy.

Ese episodio, que hoy se relata casi como leyenda, explica la esencia del obradorismo: el arte de transformar la negociación en virtud y el chantaje político en épica popular. Sheinbaum lo sabe. Por eso, su defensa del “intocable” no es gratuita; es estratégica. No hay ruptura posible cuando el movimiento entero está edificado sobre la fe —y el miedo— a perder al mesías que lo creó.

Así, entre aplausos, consignas y relojes de lujo, el mensaje central del Zócalo resonó con ironía involuntaria: “No robar, no mentir, no traicionar” convertida ahora en "Quien robe y traicione al pueblo, enfrentará la justicia", suena más a una frase tan repetida que, quizá, ya perdió su sentido… o peor aún, se convirtió en coartada.

@JErnestoMadrid

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