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EU niega trueque, pero no quita el ojo a políticos mexicanos ligados al narco

  • Washington desmiente presiones formales, pero mantiene la lupa sobre la 4T y sus sombras criminales.

El reciente desmentido de Washington respecto a un supuesto intercambio de aranceles por investigaciones contra políticos mexicanos es apenas la superficie de una tensión más profunda, de ésas que rara vez se ventilan de forma oficial, pero que todos saben que existen.

Ernesto Madrid

Mientras la Embajada de Estados Unidos y la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental salían a apagar rumores, los observadores diplomáticos no pudieron evitar notar el trasfondo: la desconfianza creciente de la Casa Blanca –y de buena parte del aparato de seguridad estadounidense– respecto a la cercanía de ciertos personajes de la política mexicana con las estructuras del crimen organizado.

Que la administración de Donald Trump y la de Claudia Sheinbaum hablen de cooperación bilateral contra cárteles y fentanilo es un discurso esperado. Pero la realidad es más turbia: Washington sospecha que la narcopolítica en México ha dejado de ser un fenómeno aislado y ha pasado a contaminar áreas de decisión pública. Y si bien hoy no hay exigencias abiertas de “investigar políticos a cambio de aranceles”, es ingenuo pensar que Estados Unidos no observa con lupa a quienes, desde el poder mexicano, podrían tener nexos con redes criminales.

El desliz en redes de la militante morenista Melissa Cornejo, quien atacó sin reparo a Estados Unidos, no fue un hecho menor. Su respuesta directa del Departamento de Estado fue un recordatorio de que la paciencia diplomática tiene límites. Y si bien Cornejo es un personaje menor, su vínculo con operadores políticos de Morena vinculados a figuras como Adán Augusto López o Andrea Chávez volvió incómodo el episodio para Palacio Nacional.

El gobierno de Sheinbaum ha querido desmarcarse del tema con prontitud: ni cancillería ni el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, aceptaron que hubiera presiones reales o solicitudes directas de investigación. Pero el silencio sobre los motivos reales de la inquietud estadounidense es revelador: Washington teme que ciertos personajes en el círculo de la 4T –y no sólo a nivel estatal o municipal– puedan estar protegidos por el poder central.

Lo preocupante para México no es sólo la molestia diplomática. Es el potencial costo económico de una relación desgastada: aranceles volátiles, amenazas migratorias, menor confianza para la inversión extranjera directa y un entorno de incertidumbre financiera que ya comienza a reflejarse en la cautela de los inversionistas.

La sombra del crimen sobre la política mexicana no es nueva. Pero hoy, con Sheinbaum arrancando gobierno y con Trump de regreso en la Casa Blanca, el tema podría pasar de ser un ruido de fondo a una tormenta perfecta que contamine toda la agenda bilateral.

Por ahora, los comunicados oficiales insisten en la “cooperación”, la “confianza” y la “alianza estratégica”. Pero en Washington –y en ciertos despachos del gobierno mexicano– saben que el verdadero problema no son los desmentidos en Twitter, sino el largo historial de impunidad y complicidades que nadie se atreve a nombrar en voz alta.

@JErnestoMadrid

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