- Ante el desmantelamiento de la evaluación social por parte del gobierno, nace un consorcio ciudadano para defender la verdad detrás de la pobreza que los programas del bienestar no pueden ocultar.
En medio de una transformación que presume acabar con la pobreza desde el escritorio y sin evidencia, el gobierno de la autodenominada Cuarta Transformación eliminó al Coneval, órgano clave en la medición y evaluación de la política social en México. Con ello, no sólo se borra un contrapeso técnico, sino que se disfraza de eficiencia lo que en realidad es una regresión: gobernar sin evidencia, gastar sin evaluar.
Ernesto Madrid
Ante este vacío, un grupo de centros de investigación, integrado por el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad EQUIDE de la Universidad Iberoamericana, México Evalúa, México, ¿cómo vamos?, Centro de Estudios Espinosa Yglesias, Instituto Mexicano para la Competitividad y Acción Ciudadana Frente a la Pobreza han conformado el Consorcio por la Medición y la Evidencia, un esfuerzo técnico e independiente para seguir monitoreando el verdadero desempeño del país en materia de pobreza y desarrollo social.
La creación de este consorcio es más que una respuesta técnica: es un acto de resistencia frente a un gobierno que ha decidido eliminar todo lo que le estorba al discurso. Porque cuando se asume que los programas del Bienestar por sí solos eliminarán la pobreza, sin medición ni evaluación, lo que en realidad se está eliminando es el derecho ciudadano a saber si el dinero público se está gastando con resultados.
Evaluar no es solo contar: el engaño del gobierno
Desde el Ejecutivo se ha querido vender la idea de que el INEGI puede suplir al Coneval, bajo el supuesto de que generar datos y evaluar políticas públicas es lo mismo. No lo es. El INEGI cuenta, mide, describe. El Coneval evaluaba, analizaba, daba contexto, comparaba resultados con objetivos y hacía públicos los fracasos.
Confundir ambos roles es deliberado: detrás del cambio institucional hay una intención política clara de sustituir la evaluación crítica por estadísticas domesticadas. El gobierno quiere datos, no conclusiones. Gráficas, no diagnósticos. Y mientras presume estabilidad, en realidad el gasto social está devorando el presupuesto sin generar riqueza ni reducir de fondo la pobreza estructural.
Un Consorcio que asume lo que el Estado abandona
En este contexto, el Consorcio por la Medición y la Evidencia surge como un espacio técnico y plural, con vocación de monitoreo ciudadano y análisis riguroso, algo que el gobierno intenta minimizar. Este nuevo grupo ha dejado en claro:
- Que la desaparición del Coneval es una pérdida institucional y un golpe directo a la mejora continua de la política social.
- Que, si bien el INEGI tiene credibilidad como productor de datos, no está diseñado para evaluar impactos, rediseñar programas ni cuestionar resultados oficiales.
- Que seguirá analizando de forma independiente los datos que se generen, especialmente los provenientes de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), clave para estimar la pobreza multidimensional.
- Y que la sociedad merece algo más que informes oficiales decorados: merece evidencia, rendición de cuentas y políticas públicas que funcionen.
¿El fin de la evaluación o el inicio del autoengaño nacional?
La 4T ha optado por sostener su legitimidad con transferencias directas, aunque eso implique poner en riesgo la sostenibilidad fiscal, abandonar la inversión pública y marginar el crecimiento económico. Y ahora, además, ha decidido gobernar sin evaluación, en el entendido de que nadie puede cuestionar lo que no se mide.
Pero la pobreza no desaparece con voluntarismo, ni se reduce con conferencias. Requiere diagnósticos serios, políticas bien diseñadas y ajustes constantes, justo lo que permitía el Coneval. Su desaparición confirma un patrón preocupante: desmantelar la evidencia para imponer el relato.
El nuevo Consorcio se propone evitar que esa estrategia quede impune. No será fácil. Pero en un país donde el presupuesto se gasta sin brújula y los discursos sustituyen a los resultados, insistir en la evaluación es un acto de responsabilidad técnica... y de resistencia democrática.
@JErnestoMadrid
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