- El Plan México busca reposicionar la producción nacional en tiempos de proteccionismo global; la electromovilidad abre camino, pero la banca sigue sin cumplir su papel.
La campaña “Lo Hecho en México está mejor Hecho”, presentada por la Secretaría de Economía y el Consejo Coordinador Empresarial, intenta reavivar el orgullo nacional y fortalecer la producción interna en medio de la desaceleración y las tensiones comerciales con Estados Unidos. El proyecto cuenta con el aval de la presidenta Claudia Sheinbaum y con el impulso de Marcelo Ebrard, quien lo inscribe en el marco del Plan México, diseñado para sustituir importaciones, reducir la dependencia de China y blindar la relación bilateral con Washington.
Ernesto Madrid
El eslogan tiene historia. En 1978, durante el gobierno de Luis Echeverría Álvarez, surgió el lema “Lo Hecho en México está bien Hecho”, en un contexto de industrialización protegida. Hoy, cuatro décadas después, reaparece en una era de libre comercio marcada por el giro proteccionista de Estados Unidos con su campaña “Buy American”. México, en respuesta, busca reposicionar su marca nacional.
Más de 30 grandes compañías —desde Bimbo, Alpura y Herdez, hasta Banorte, BBVA y Cemex— respaldan el relanzamiento, al que se suman más de dos mil empresas certificadas con el sello oficial. Pero la cifra es mínima frente a los cinco millones de unidades económicas que existen en el país, lo que refleja la debilidad estructural para masificar la certificación y fortalecer las cadenas de proveeduría.
El desafío no es solo de marketing. El propio Plan México tropieza con la falta de condiciones de financiamiento adecuadas para las micro, pequeñas y medianas empresas. Aunque en la pasada Convención Bancaria los principales bancos prometieron a la presidenta expandir el crédito a este sector, en la práctica los compromisos se diluyen. La banca mexicana, pese a contar con facilidades regulatorias y apoyos oficiales, privilegia proteger sus intereses antes que respaldar a los clientes.
Los bancos reciben de manera gratuita los recursos de los ahorradores, los prestan con tasas elevadas y conservan márgenes amplísimos. En los hechos, son los únicos ganadores de un sistema donde adquieren barato el dinero y lo venden caro, mientras las mipymes enfrentan condiciones crediticias restrictivas que les impiden competir frente a gigantes internacionales.
La contradicción se vuelve evidente en el terreno de la electromovilidad, donde México ha demostrado capacidad para innovar y generar valor agregado. El autobús eléctrico Taruk, desarrollado por la mexicana Megaflux y terminado en Grupo Dina, es un ejemplo. El motor y el chasís se producen en el país; el tren motriz se ensambla en Iztapalapa y la unidad se completa en Ciudad Sahagún: el 86% de los recursos invertidos se queda en México, creando empleos, cadenas de proveeduría y transferencia tecnológica.
El interés internacional ya apareció: autoridades de Los Ángeles analizan la compra de estas unidades, lo que sería un escaparate global para la manufactura mexicana de alta tecnología. Sin embargo, dentro del país, gobiernos estatales como Nuevo León y Veracruz evalúan la adquisición de miles de autobuses eléctricos chinos, atraídos por los créditos blandos y pagos diferidos que esos fabricantes ofrecen.
Así, México produce tecnología de clase mundial, pero carece de un sistema financiero dispuesto a respaldarla. El Plan México tiene lógica y dirección, pero si no se acompaña de una banca de desarrollo robusta y un compromiso real de la banca privada, el riesgo es que todo quede en un buen discurso, mientras las oportunidades se escapan.
En suma, el nuevo sello Hecho en México quiere ser el emblema de un país que apuesta por su industria y su futuro. Pero si la banca continúa jugando solo a ganar, la frase podría repetirse con ironía: lo Hecho en México puede estar mejor hecho… pero sin crédito, difícilmente estará mejor financiado.
@JErnestoMadrid
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