- Entre amenazas de ataques militares de Estados Unidos y denuncias de campaña internacional, el gobierno de la transformación repite una fórmula peligrosa: negar la crisis, culpar a los demás y preserva impunidad para sus líderes.
En un episodio más de esta diplomacia tóxica que cruza la frontera a la velocidad de un tuit, Donald Trump dejó caer una frase que retumbó en México como un portazo geopolítico: “No estoy contento con México”.
La molestia, según él, se debe a la ineficacia del gobierno mexicano frente al crimen organizado. Pero entre líneas —y Trump nunca ha sido un maestro del disimulo—, la frase dejó un eco más profundo: Estados Unidos sabe dónde están los líderes del narcotráfico… y algunos no están en cuarteles clandestinos, sino en posiciones de poder político.
Ernesto Madrid
Porque Trump no solo dijo que podía enviar tropas. No solo aseguró que conoce rutas, casas, puertas y rostros. También deslizó la frase que más incomodó en Palacio Nacional:
“Sabemos todo de cada uno de ellos.”
Cada uno de ellos.
La ambigüedad no es inocente.
La insinuación que nadie en Palacio quiere escuchar
Cuando Trump afirma que “sabe dónde viven” y que “lo sabe todo”, no se refiere únicamente a los capos visibles. En inteligencia, lo que más pesa no es la captura del sicario, sino la identificación de quien lo protege. Y el expresidente estadounidense ha utilizado esta línea varias veces: sugerir complicidades al más alto nivel en México sin nombrar a nadie, dejando que la sospecha flote como un misil sin destino preciso.
Según fuentes diplomáticas consultadas por analistas en Washington —y citadas en reportes de think tanks como el Wilson Center y el International Crisis Group—, la inteligencia estadounidense ha expresado desde hace años preocupación por la infiltración del crimen en estructuras políticas mexicanas, especialmente en gobiernos locales emanados de Morena en zonas de alta conflictividad. No lo dicen públicamente porque “no rompe relaciones”, pero sí lo insinúan por canales discretos.
Trump, sin embargo, no usa canales discretos. Usa micrófonos.
Entre amenazas militares y diplomacia de negación
Mientras tanto, en México, el gobierno responde con el mismo libreto:
- Negar,
- Descalificar,
- Culpar a un enemigo externo imaginario,
- Y, sobre todo, no tocar a los propios aliados comprometidos.
Sheinbaum repitió el mantra de la soberanía: “Nuestro territorio es inviolable.” “No aceptamos intervención extranjera.” “Ellos entendieron.” Pero lo que no respondió fue lo que sí queda en el aire:
¿Entendieron realmente? ¿O entendieron que México no quiere ni puede tocar a ciertos personajes que la inteligencia estadounidense sí tiene identificados?
Porque es evidente: Trump habla como si alguien en México estuviera protegiendo a los jefes reales. Y el gobierno responde como si la frase no existiera. Caos interno, narrativa externa
La protesta juvenil —la primera marcha masiva contra Sheinbaum— fue descalificada como “campaña internacional”, justo cuando Trump decía estar atento a lo ocurrido en México. La narrativa oficial se refugia en conspiraciones cuando la realidad es más cruda:
- Regiones enteras están bajo control criminal;
- La violencia política se normaliza;
- Alcaldes son asesinados;
- Grupos armados desfilan sin oposición;
- Y los grandes capos viven en absoluta tranquilidad.
Es ahí donde las palabras de Trump resuenan: “No estoy contento con México”.
“Es como una guerra”. “Yo estaría dispuesto a hacerlo”. “Sabemos dónde viven”.
Lo que realmente está en juego
No es solo una amenaza militar. Es algo peor: Es una advertencia política.
Trump sugiere que Estados Unidos sabe más de lo que México admite. Que la corrupción no solo está en los cárteles, sino en quienes deberían combatirlos. Que la impunidad tiene nombres y apellidos. Que la transformación tiene grietas donde caben pactos incómodos.
Y que, si México no actúa, Estados Unidos podría hacerlo a su manera.
La relación bilateral continuará tensa, y la retórica seguirá escalando. El riesgo es claro: la soberanía no se pierde cuando se niega una intervención militar, sino cuando un gobierno deja de combatir a los responsables reales del crimen.
Ahí está el núcleo del conflicto: Trump insinúa que sabe quiénes son.
Y México insiste en que no los ve. Mientras Marco Rubio apacigua el terreno.
@JErnestoMadrid
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