- La marcha juvenil de la generación Z que no pertenece al pueblo pero que descompuso al poder y exhibió a la vieja guardia, la mano dura en las calles y el hartazgo que ya no cabe bajo la alfombra de la 4T
El Zócalo se convirtió ahora en el espejo incómodo del gobierno. Lo que comenzó como una protesta convocada por jóvenes derivó en un episodio que exhibió, por un lado, la irritación del gobierno federal y, por el otro, la persistencia de viejas prácticas políticas que sobreviven bajo nuevas siglas.
Ernesto Madrid
La presidenta Claudia Sheinbaum reaccionó condenando la violencia, atribuyéndola a “caras muy conocidas” de la Marea Rosa y asegurando que no se dejará intimidar: “¿Creen que me van a debilitar? ¡No! Aquí estamos fuertes con el pueblo”. Lo que omitió fue el despliegue policial y la actuación de grupos que, desde hace años, operan en las sombras del oficialismo capitalino: células organizadas cuya logística —según reportes de seguridad— ha estado vinculada a personajes como César Cravioto y Martí Batres que actuaron nuevamente el sábado.
El diseño del operativo tampoco fue casual. La línea dura que históricamente nació en Iztapalapa durante los años del PRD —territorio donde Clara Brugada construyó una base social robusta, disciplinada y útil para el proyecto político que hoy gobierna— reapareció en la capital. Aquella estructura, que transitó sin pudor de la izquierda perredista a Morena, volvió a demostrar que su capacidad de movilización incluye tanto porras como golpes, según se requiera.
El joven convocante de la marcha, Edson Andrade denunció que fue expuesto públicamente por la presidenta, responsabilizándola de cualquier represalia en “un país donde el crimen calla a quienes lo denuncian” y dejando en claro que la marcha fue para “toda la clase social”.
Su señalamiento también desnudó otra tensión: mientras Sheinbaum buscó asociar la protesta con políticos “de siempre”, como Guadalupe Acosta Naranjo y Fernando Belaunzarán, fueron precisamente esos perfiles los que el convocante pidió que se mantuvieran al margen; los mismos que hoy intentan regresar al ruedo para vivir nuevamente del presupuesto público.
La dirigencia de Morena, Luisa María Alcalde, insistió en que la marcha no fue juvenil y que apenas reunió 17 mil asistentes. Una comparación cómoda para un movimiento que presume llenar el Zócalo con cifras que oscilan entre los 3 y los 19 millones de pesos en gastos de organización según la Plataforma Nacional de Transparencia más esos 600 a 900 pesos que reparte en los mítines según fuentes periodísticas. Pero la magnitud del sábado no se midió en cuerpos, sino en señales: el gobierno no previó la intensidad, ni la respuesta internacional que siguió.
En las calles, el resultado fue evidente. Hubo choques a un costado de la Catedral, cohetones frente a Palacio Nacional y vallas derribadas que derivaron en jóvenes gaseados y policías heridos. Para la presidenta, aquello sirvió como argumento para deslegitimar la protesta y culpar al pasado de Peña y Calderón; para los manifestantes, fue la confirmación de que el discurso oficial de que “ya no hay granaderos” es cada vez menos creíble.
La tensión ocurre en un contexto en el que, pese a la reducción de homicidios que presume el gobierno, las cifras del Inegi muestran que una de cada cinco víctimas tiene entre 15 y 24 años. Ese fue el verdadero motor de la protesta: la seguridad que no llega, las promesas que se desgastan y los escándalos de corrupción e impunidad que se acumulan entre figuras cercanas al obradorismo.
El golpe al relato presidencial se amplificó fuera del país. Portadas y reportajes internacionales describieron la escena como una ruptura generacional. Incluso desde Estados Unidos, un mensaje atribuido a Barron Trump habló de “hartazgo” y “revuelta contra la corrupción”.
Sheinbaum, sin embargo, insistió en un mensaje que parece pensado para su base más fiel: la Pensiones del Bienestar y la revocación de mandato, dijo, es una bandera de la 4T y está dispuesta a someterse a ella. Lo que el sábado dejó claro es que habrá generaciones dispuestas a exigirle, no por lealtad partidista, sino por desencanto acumulado.
@JErnestoMadrid
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