Por Alejandro Matty Ortega
En un país donde la violencia se ha vuelto paisaje y la inseguridad acompaña cada decisión cotidiana, insistir en la cultura de la paz parece, para algunos, un acto de ingenuidad.
Pero es exactamente lo contrario.
En México, donde históricamente las autoridades han fallado en garantizar seguridad, servicios de salud dignos y la infraestructura más básica para que las familias vivan sin miedo, la paz no debe entenderse como un destino idealizado, es una estrategia urgente y profundamente realista.
La experiencia reciente -y las que se avecinan-, deja claro que la confrontación perpetua no ha resuelto los conflictos, sólo los ha multiplicado.
El diálogo, en cambio, ha sido históricamente el motor de las transformaciones sociales más duraderas.
La mediación abre rutas donde la fuerza bruta sólo levanta muros.
La cultura de la paz, bien entendida, es un ejercicio de responsabilidad colectiva que no pide renunciar a la justicia, pide asumirla desde la inteligencia social y no desde la imposición.
En este escenario, las comunidades más apartadas siguen pagando el costo más alto.
Sin inversión, sin empleo, sin oportunidades, sin caminos ni clínicas que funcionen, cualquier intento de pacificación es apenas un discurso vacío.
Para abatir el rezago que arrastra a miles de familias, es indispensable generar un ambiente que permita crecer, emprender y creer nuevamente en un futuro distinto.
La paz también se construye con infraestructura, con maestros en las escuelas, con doctores en las comunidades, con empresas que invierten y con gobiernos que escuchan.
Por eso resulta relevante el papel que empieza a adquirir la Organización Mundial por la Paz en México y en Sonora, una institución que no se limita a pronunciar buenas intenciones.
La OMPP Sonora emerge como un agente de cambio dispuesto a fomentar una verdadera cultura de los acuerdos.
Su llamado es claro:
Sumar, dialogar, coordinar acciones y trabajar a favor de quienes menos tienen.
Es en esta visión donde empresas socialmente responsables y gobiernos comprometidos, encuentran un punto de coincidencia, no para repartir culpas, es para compartir soluciones.
La paz no llegará por decreto ni por discursos; llegará por decisiones valientes, por puentes tendidos y por voluntades que elijan colaborar antes que confrontar.
Así lo entiende Cristóbal Navarro Amaya, delegado de la OMPP en Sonora, quien expresa que México necesita esa energía distinta, esa fuerza silenciosa que nace del entendimiento y de la empatía:
La paz.
Coincidimos en que si somos capaces de construirla, incluso en medio de la tormenta, estaremos más cerca del país digno que nuestras familias merecen.
Más allá de la retórica institucional, México necesita un nuevo pacto social que coloque en el centro a las comunidades, especialmente a aquellas que han sido abandonadas por décadas.
Cuando hablamos de paz, hablamos también de oportunidades: inversión, empleos, educación, caminos en buen estado, clínicas que sí atiendan, servidores públicos que no pretendan gobernar desde la distancia.
Sólo con condiciones de vida dignas podremos abatir el rezago que condena a miles a sobrevivir en territorios donde el Estado es apenas un rumor.
La violencia no se combate solamente con operativos, se desactiva cuando se escucha, cuando se entiende, cuando se tienden puentes.
La mediación comunitaria, la participación ciudadana y la recuperación de la confianza son rutas complejas, sí, pero son rutas posibles.
México necesita abrazar estas alternativas antes de que la desesperanza termine por convertirse en la ley no escrita que determine nuestro futuro.
La paz no se decreta, se construye y empieza cuando el Estado atiende a la ciudadanía que jamás ha dejado de resistir.
Aquí extendemos el brazo de la amistad y el puente que dará esa fuerza silenciosa de la paz en Hermosillo, Sonora y México.
*El autor es periodista con más de 35 años de experiencia en medios de comunicación escritos y digitales; es especialista en temas de Derechos Humanos, Migración y Seguridad Pública, además es asesor en Comunicación Social y Comisionado de DH de la Organización Mundial por la Paz México en Sonora.*