- La presidenta cumple un año en el poder con la bandera de los programas sociales y con rezagos en crecimiento, innovación y seguridad
- La corrupción volvió a sacudir al gobierno con el caso del “huachicol fiscal”, donde Sheinbaum llamó a la “cero impunidad” aunque defendió a figuras cercanas a Morena
Claudia Sheinbaum llega a su primer año como presidenta con un balance lleno de contrastes. Mientras su gobierno presume haber consolidado los programas sociales y presentado un ambicioso plan energético de largo alcance, enfrenta también la incertidumbre de su gobierno, el desgaste por los escándalos de corrupción y la persistencia de la inseguridad. A la sombra de López Obrador y con la revocación de mandato de 2027 en el horizonte, la mandataria encara el reto de construir un liderazgo propio en un escenario donde los resultados todavía no despejan las dudas.
Ernesto Madrid
El gran bastión de su gobierno sigue siendo la política social. Según datos oficiales, los programas federales llegan a 16 millones de beneficiarios directos y 32 millones de familias, es decir, al 82% de los hogares del país. Esta red no solo sostiene a los sectores más vulnerables, también fortalece la base política de Morena y refuerza la narrativa presidencial de “Prosperidad Compartida”.
En febrero de 2025, Sheinbaum presentó el Plan de Fortalecimiento y Expansión del Sistema Eléctrico Nacional 2025-2030, cuyo objetivo es garantizar un abasto eléctrico suficiente, confiable y sustentable para la industria y el bienestar social. El mensaje del sector privado es claro: sin energía no hay competitividad, y sin competitividad no habrá recursos para sostener los programas sociales.
El tema que más golpeó a la presidenta en su primer año fue la corrupción. El propio gobierno federal destapó el “huachicol fiscal”, exhibiendo redes de evasión y complicidad. La secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, fue contundente ante senadores: “Si alguien cruza la ley, deberá asumir consecuencias. Especialmente, el gabinete de seguridad no tiene pactos ni compromisos con la delincuencia”.
Sheinbaum respaldó el mensaje, asegurando que “tiene que ser cero impunidad”. No obstante, la consistencia de esa postura quedó en entredicho cuando defendió al senador Adán Augusto López, señalado por su cercanía con Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad en Tabasco e identificado como líder de La Barredora. La presidenta sostuvo que el desgaste de Adán “viene de los medios” y recordó que durante su gestión como gobernador “los delitos disminuyeron”.
El episodio revela un doble filo: mientras el gobierno presume firmeza contra la corrupción, también protege a figuras clave del movimiento. Según la última encuesta de El Financiero, los negativos en esta materia crecieron 19 puntos en un solo mes, y 75% de los mexicanos reprueba la manera en que se enfrenta el problema.
En el tema de seguridad, la distancia entre el discurso oficial y la percepción pública es amplia. Aunque la presidenta insiste en que la estrategia avanza y que no existen pactos con el crimen, 54% de los ciudadanos considera que el gobierno está fracasando en esta materia, y 74% cree que el gran ganador es el crimen organizado.
La reducción de la pobreza multidimensional se ha apoyado en el aumento del salario promedio, pero especialistas advierten que el avance no es sostenible sin un crecimiento económico mayor y más inversión en Investigación y Desarrollo (I+D).
Al mismo tiempo, la integración de las mujeres al mercado laboral sigue limitada por la falta de infraestructura de cuidados, lo que contradice la promesa de una prosperidad que no deje a nadie atrás.
La presidenta enfrenta un desgaste político que, si bien su aprobación se sostiene en un 74% el impacto de la herencia económica y los escándalos de corrupción heredados, la deja en entredicho, salvo que sus Actos simbólicos, como la sobriedad de la ceremonia del Grito de Independencia, le han permitido mostrar un estilo propio, pero aún no logra despegar de la sombra de López Obrador.
El reto de Sheinbaum para 2026 es claro: mantener el apoyo social mientras responde a la inseguridad, combate la corrupción y genera crecimiento económico real. Con la revocación de mandato en 2027 como espada de Damocles, necesita consolidar un liderazgo propio o corre el riesgo de quedar atrapada en las contradicciones heredadas del lopezobradorismo.
La presidenta ha cerrado su primer año con un discurso optimista sobre el país, que entre medias verdades e imprecisiones es bien recibido por quienes dependen de los programas sociales, pero genera fuertes críticas entre la oposición y los sectores medios y altos más inconformes con el gobierno.
Hoy, el saldo es mixto: avances en lo social y en la planeación energética, frente a rezagos profundos en seguridad y corrupción. Al cierre de su primer año, el balance puede resumirse en una frase que sintetiza la fragilidad de su gobierno: Claudia Sheinbaum tiene oxígeno, pero no destino.
@JErnestoMadrid
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